sábado, 5 de septiembre de 2009

Teatro: no se puede veranear en paz

"Ala de criados" ofrece un texto minucioso, intensas interpretaciones, todo en un gran clima de época.

Por: Juan José Santillán, especial para Clarín

Transcurrida media hora de Ala de criados, se despliega un texto minucioso que presenta a los personajes y los sitúa en una temporalidad clave: La Semana Trágica, enero de 1919. Kartun plantea un acontecimiento fundado en el peso de la palabra; define particularidades de época y ubica a estos cuatro personajes en un contexto de clase.

La dramaturgia es contundente. Aspecto que se potencia en la puesta con la documentación aplicada al habla, el vestuario, la utilización de objetos y la gestualidad de los protagonistas. Por un lado, los tres hijos de una familia acomodada: Tatana (Laura López Moyano), Emilito (Esteban Bigliardi) y Pancho (Rodrigo Garrillo). Su arco cultural es la enciclopedia Británica, un hastío impenetrable y un enviciado paladar europeo. Por otro, Pedro (Alberto Ajaka), dealer de los caprichos de sus patrones. Un "criado" que niega su condición y tiene a cargo las palomas del club de tiro.

Aunque entre ellos exista la cercanía, quedará bien claro qué lugar ocupa cada uno. No hay tercera posición posible. Tampoco resulta difícil establecer coordenadas de referencia entre Pedro y la conformación de una clase media de conciencia utilitaria en épocas convulsas. Entre Pedro, con revelador monólogo final, y las reventadas criaturas de Roberto Arlt hay poca distancia.

El espectáculo acumula trazos de variada intensidad. Delinea la práctica que inicialmente ejecutan: Shotting Colombaire ("modalidad de tiro a la paloma, donde un lanzador arroja el animal con una pirueta"). Pero a medida que avanza - dura casi dos horas- serán estos personajes, refugiados en Mar del Plata de la revuelta popular del '19, los que estarán a la deriva. Los acompaña en escena, omnipresente, plomiza, una roca de escollera. Esto, con la inclusión de sillas y un caballete de tiro, define el espacio escénico creado por Graciela Galán.

Salvo Pedro, los hombres de esta historia serán un puñado de pusilánimes. Y la irritante Tatana (Laura López Moyano) - que hace de su fealdad y cinismo un manifiesto de vida- "lo más parecido a un varón". Sin excepción, los personajes rompen la cuarta pared, reflexionan con dosis de humor para el público.

Pedro, especie de Dandy plebeyo, se compromete a saciar a los hijos de sus patrones. Envalentona "giles", suministra pistolas o "coco" a esta tropilla sui generis de la Liga Patriótica que ataca, como legado familiar, bibliotecas anarcos o rojas. Y en el frenesí, Pedro va más allá, pone en juego su cuerpo: desvirga a la "niña" y al hijo maricón del patrón, Pancho (Rodrigo Garillo), lo encandila en plena encerrona de baño. Este doble juego sexual desata un conflicto cargado de excesos, donde la política es inefable telón de fondo y el crimen elemento fundante de cualquier discurso.

Fuente: Clarín

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