viernes, 21 de agosto de 2009

Una tensión en la cuerda floja

MILO TINDLE Y ANDREW WIKE SBARAGLIA Y SORIANO, COMO UN ACTOR Y UN ESCRITOR. HAY ENTRE ELLOS UNA DISPUTA POR UNA MUJER.

CRITICA "CONTRAPUNTO"


La obra de Anthony Shaffer tiene su cuota de intriga y misterio. Bien dirigida por Agustín Alezzo, se lucen Pepe Soriano y Leo Sbaraglia.

Por: María Ana Rago

Suelo símil piedra. Una escalera también de piedra. Sillas de estilo, un escritorio, la biblioteca. Ventanas en lo alto. En el fondo, la imagen del frondoso jardín de la casa de Andrew Wike (Pepe Soriano), un escritor de novelas policiales. Llaman a la puerta y entra Milo Tindle (Leonardo Sbaraglia), un actor desocupado que mantiene una relación amorosa con la mujer de Andrew.

Uno bebe vodka, el otro, whisky. El encuentro, propiciado por Andrew, se concreta con una excusa (aunque luego, durante el transcurso de la obra, se verá que nada es lo que parece): el escritor aceptaría darle el divorcio a su esposa, pero bajo la condición de que ella no regrese jamás, menos aún para pedirle dinero. Por eso, Andrew se quiere asegurar de que Milo tenga con qué solventar los gastos de la pareja.

Contrapunto, que se estrenó el fin de semana en el Multiteatro, pone en escena a dos talentosos actores al servicio de un texto muy ingenioso y bajo las órdenes de un director de gran inteligencia, Agustín Alezzo. La obra se desarrolla en dos actos, de cuarenta minutos cada uno. Entre ellos, hay un intervalo de quince minutos, que permite que la escenografía sea reacomodada, ya que por efecto de disparos, explosiones y otros trucos, la prolija casa de Andrew se convierte en un desastre. Y todo debe volver a su lugar para que la trama pueda continuar.

La clave de esta obra está en la habilidad que los personajes tienen para tenderse trampas el uno al otro. Cada uno con su estrategia, se humillan sin límites. Y es en el segundo acto en el que ese juego de trampas cobra una dinámica sin fisuras, hasta que uno de los dos logra ejecutar el "juego perfecto".

Se trata de un policial negro, con elementos de enigma. La combinación entre escenas de carácter criminal y el rol de detective que debe asumir el espectador, llevado por los hechos, para tratar de ir develando los misterios, se resuelve muy bien en esta puesta. La intriga es un elemento fundamental de la pieza, que captura al público.

Este libro de Anthony Shaffer, escrito originalmente para teatro, ya fue llevado dos veces a la pantalla grande. Ahora, Agustín Alezzo lo pone en escena y los protagonistas asumen sus roles con exactitud. Logran que sus personajes transiten diferentes estados con precisa convicción, además de manejar con equilibrio el fino humor, la ironía, que propone el texto. Entre el desprecio hacia el otro y el miedo andan Andrew y Milo, tratando de sostenerse lo más firmes posible en una cuerda floja de la que alguno, sospechan, caerá.

Fuente: Clarín

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