viernes, 14 de agosto de 2009

Sultán del ritmo

Foto: LA NACION / Soledad Aznarez

Skay Beilinson

Antes de su show de mañana, en Scombrock, el guitarrista habla de su nuevo álbum, influido por la vida y la música de Oriente

Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION

¿A qué suenan los riffs de Skay Beilinson por estos días? Suenan a cristal de roca, a fósiles marítimos en medio del desierto, a la sequedad de una garganta que enfrenta una tormenta de arena de cinco días consecutivos. "El año pasado viajamos con Poli a Fez, Marruecos, y fue muy revelador, muy interesante. Es un lugar que te pone en contacto con otra cultura, otro tiempo, otra realidad, otra concepción de la vida. De ahí me traje varios instrumentos, los crótalos, unas flautas... Inevitablemente las nuevas canciones tienen un poco de todo eso".

El guitarrista está puliendo los últimos detalles de su cuarto álbum desde la separación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en 2001, y durante el encuentro con LA NACION en su hogar de Palermo, junto a su compañera Poli- repasará buena parte de sus vivencias en los últimos años, recordará viejas travesías y, como siempre, posará su vista sobre el horizonte en busca de lo que vendrá.

Alejado de los vicios de moda de la escena musical argentina, Skay descarta una vez más la posibilidad de reunión con su ex socio artístico más famoso -el Indio Solari-, se mantiene de gira permanente por el interior junto a una banda que cada día se afianza más como tal (mañana, en Scombrock, habrá una nueva oportunidad para comprobar la implacable máquina de rock en la que se ha convertido) y afronta con total naturalidad el desafío de continuar el viaje artístico que inició en La Plata, a fines de los años 60.

-La influencia marroquí no parece sólo musical, sino también espiritual.

-Algo de eso hay, porque también nos dimos cuenta de que mientras nosotros vivimos en 2010, ellos están en 1400 y viven bien. En medio de esa austeridad y esa falta de casi todo, tienen un sentido de la vida tan profundo, tan religioso y místico. Son cosas que en Occidente se han perdido. La presencia de la realidad espiritual está de forma permanente; hay mucha religión, mucha tradición.

-¿Cambió el concepto que tenías acerca de la religión?

-No tuve formación religiosa, y con el tiempo descubrí que las religiones están hablando de otra cosa. Si uno toma el dogma como dogma, choca inevitablemente con la razón, pero si uno se toma el trabajo de analizar de qué están hablando, sin tomar literalmetne las descripciones y los relatos y textos sagrados, creo que están hablando de otra cosa: de la conciencia. En ese sentido, empiezan a compatibilizar un poco más; están hablando de verdades eternas, de las cosas más reveladoras que ha encontrado la humanidad a lo largo de toda la historia. Si a uno le interesa profundizar en ese espacio que es la espiritualidad, creo que debe tomarse el trabajo de tratar de traducir a un lenguaje más actual ese tipo de secretos, de sabiduría ancestral.

-¿Sentís que tus canciones de los últimos años se apoyan más en la espiritualidad?

-Es probable... Pero, en realidad, es un trabajo constante que uno debe hacer. Nunca terminás de saber nada; en el mejor de los casos, pequeños atisbos de comprensión acerca de lo que es la espiritualidad. Pero lo que sí tienen estas canciones es una perspectiva diferente de la comprensión de este misterio que es la vida.

-Este será tu cuarto disco en ocho años sin Redondos. ¿Qué te lleva a producir tanto?

-La necesidad de sacar un disco tiene que ver con que estoy componiendo todo el tiempo; siempre hay una canción que está queriendo salir. Y la manera que tengo de sacarme esa obsesión de la cabeza es hacerla canción y que esa canción pueda estar registarada en un disco y así me libero y puedo meterme con otras canciones. Hasta que no las dejo registradas, me siguen acechando. Por otro lado, posiblemente uno también está buscando, en mi caso, la canción perfecta, y siempre parece que hay algo que todavía no agarraste, que todavía se puede encontrar.

-¿Qué buscás comunicar con tu música?

-La música es un vehículo de comunicación y, en ese lugar, lo que quiero decir se me presenta más claro que en cualquier otro. Lo concreto es la música, las canciones. Todo lo demás... No sé qué cosa más interesante puedo decir. Sé que tiene que ver con la belleza, pero la belleza tiene cierta ambigüedad, porque también hay una belleza de lo áspero, de lo agrio, y uno tiende a concebir la belleza sólo como algo suave o agradable.

A ocho años del fin "redondo", Skay se aferra al presente con hechos y palabras: "Como todo en la vida, creo que esta nueva etapa es superadora de todo lo anterior. A uno, como artista, le pueden pasar dos cosas: te estancás, quedás fijo en una historia del pasado, o seguís enamorado de la música, del plan, desconociendo realmente qué es lo que estás buscando. Yo todavía no estoy seguro de qué se trata todo esto. Lo voy descubriendo a medida que lo hago. El pasado no siempre funciona para bien. Lo mejor que uno puede hacer con el pasado es abandonarlo".

  • Con el que saldrá este año, Skay grabó cuatro discos en ocho años sin los Redondos.
El tiempo que lo cura todo

Las causas de la separación de los Redondos nunca terminaron de hacerse públicas, pero el paso del tiempo parece haberles dado a los protagonistas una mayor perspectiva para poder analizarlo a la distancia. De allí que ahora Skay pueda confesar esto: "Todo se terminó cuando nos dimos cuenta de que uno de nosotros se quería apropiar de ese proyecto tan hermoso que fue Patricio Rey, que había nacido como la comunión y el aporte de muchos artistas y no los deseos de uno solo".

-La última vez que vi a Solari, estaba muy enojado con ustedes.

-Yo no estoy enojado. Muchos comparan a una banda con las relaciones de pareja, y bueno, por ahí él todavía no terminó de hacer su trabajo, pero ya le va a llegar. Fueron más las cosas que nos unieron que las que nos separaron.

Para agendar

Skay y Los Seguidores de la Diosa Kali volverán al local bonaerense y prometen incluir algún estreno en su set.

Scombrock, Ruta 8 y 197, José C. Paz. A las 21.

Fuente: La Nación

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