lunes, 10 de agosto de 2009

Mirada sobre la resistencia

El documental de Galel Maidana, "La asamblea", se centra en internos del Borda que cuestionan a los manicomios a través del debate y el arte.

Por: Miguel Frías

Galel Maidana es el director del documental "La asamblea", que se estrena hoy en el Malba. Muestra la forma en que funciona el Frente de Artistas del Borda.
Galel Maidana es serenamente afable. Nació en 1978 en Honduras -pleno exilio familiar-, y llegó a la Argentina en 1983. La asamblea, su opera prima -que hoy se estrena en el Malba-, es un documental de observación sobre el Borda. En realidad: sobre el Frente de Artistas del Borda. Por un lado: miradas, gestos, cuerpos en movimiento en talleres. Por otro: lucidez. "Sorprende la complejidad con que reflexionan sobre los vínculos en el hospital y la importancia de la desmanicomialización. Ellos, a diferencia de muchos afuera, conocen, quieren modificar, su lugar en el mundo".

El Borda fue objeto de muchas películas. Maidana eligió un enfoque novedoso: "Llegué al Frente por una amiga, asistente terapéutica. No quería denunciar las condiciones de vida, sino mostrar el núcleo de resistencia que ellos ejercen en contra del concepto de manicomio. La locura y arte pueden ser formas de resistencia parecidas. Además, el Frente resuelve los conflictos en asambleas: directo, sin verticalidad. Lo contrario a lo que hacen los hospitales psiquiátricos. Los miembros del Frente apuestan a la salida colectiva".

Trabajaste con planos muy cerrados, que recorren las caras y los cuerpos. ¿Tiene que ver con la idea de no mostrar a la institución de un modo tradicional?
En realidad, siempre me llamó la atención que el cine argentino omitiera tanto a los cuerpos. Acá, mostrar lo corpóreo era la forma más sensible de dar cuenta de la realidad interna. Creo más en las miradas que en las narraciones sólidas. Quise llegar a esos cuerpos, expresiones, texturas, sin nada decorativo ni artificial. Por eso elegí el blanco y negro.

¿Cómo fue tu trabajo de campo?
Los conocí durante una asamblea en la que se discutió si me permitían filmarlos. Decidieron hacerme participar, antes, en los talleres. Cuando me aceptaron, decidí operar la cámara. Quería que la película representara mi mirada, mi pulso: si dudo, la cámara duda. No quise componer un discurso. Me molestan las "voces representativas". No hice entrevistas, no interferí con preguntas: preferí escuchar, mirar, desentrañar, hacerme invisible.

La película tiene algunos momentos graciosos; otros, intensos; otros dramáticos, violentos...
El trato mutuo fue siempre respetuoso. Yo quería que la película diera cuenta de los estados por los que iba pasando el grupo en su cotidianidad. En las 60 horas que filmamos en 5 meses había escenas más violentas, que hubieran alimentado el morbo. Me pareció injusto que quedaran. Porque ellos también están abiertos a la participación, a la creación, al debate, al cambio. La sociedad necesita establecer un límite entre lo que está afuera y adentro de los límites de la razón. Y si algo aprendí de esta experiencia es que esos límites no son claros.

Fuente: Clarín

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