Es inevitable, de Diego Casado Rubio, resulta atractiva por el cruce de disciplinas
Nuestra opinión: buena
Una trunca historia de amor es el eje de esta producción del español Diego Casado Rubio. Pero no es cualquier historia... O sí, lo es, en verdad. Para cierto sector de la sociedad y para la ley, esa relación tiene sus contras. Se trata de un amor entre lesbianas y las voces que pueden cuestionar a esa pareja también se hacen presentes en la obra. La trama de la experiencia es inquietante. Una mujer llora a la pareja muerta al lado del cajón. Reza y mezcla sus dichos con frases que trasuntan mucho dolor, a la vez que da algunas pistas acerca de su ligazón con el ser amado.
El espacio se ampliará luego; otros datos irán completando el mundo interior del personaje (Rosa) y hasta algunas bellas imágenes proyectadas posibilitarán al espectador completar su imaginario. Esta etapa del trabajo -casi una presentación- resulta demasiado extensa. Es cierto que ayuda a sostener una intriga interesante o, por lo menos, sorpresiva, pero hasta la aparición de Carmen, la pareja muerta de Rosa, no se reavivará la acción y el espectáculo adquirirá mayor vigor.
Es inevitable posee una muy buena factura visual y tres magníficas intérpretes -Patrizia Alonso, Estela Garelli, Lorena Viterbo- darán vida a criaturas muy especiales que cruzarán por estadios muy particulares, los mismos que se imponen cuando el tránsito obligado debe ser entre la vida y la muerte. Allí donde la ausencia del otro promueve recuerdos, dolores y, también, una profunda reflexión acerca de la soledad presente. ¡Cuánto más en estas relaciones "diferentes", que la sociedad cuestiona y la ley no reconoce!
Aunque con una estructura dramática dispar, Es inevitable resulta un atractivo proyecto de cruce en el que el teatro, la plástica y el video se dan la mano de forma muy acabada.
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