domingo, 16 de agosto de 2009

El tiempo y sus infinitas capas

Federico León trabajó durante más de un año y medio para esta producción que hoy se conocerá en Buenos Aires pero que ya recorrió varios festivales europeos
Foto: LA NACION / Mariana Araujo


Desde hoy, en la Sala Leopoldo Lugones

Federico León estrena Yo en el futuro, trabajo en el que cruza cine y teatro

En los ´50, dos chicos de unos 10 años van a ver un número vivo a un cine de barrio en donde actúa una pianista. Se filman. Llegan a sus casas y se vuelven a filmar junto a sus familiares. Pasan los años, pasan veinte años, toman otra cámara y se filman mirando aquella vieja filmación en el cine con aquella pianista interpretando una melodía clásica. En la actualidad, con sus ochenta pirulos a cuesta, vuelven a grabarse mientras observan a aquel número vivo, mientras observan aquella otra escena filmada en la década del 70, mientras son observados por el público.

El universo de espejos no intenta apelar a relatos cronológicos ni a personajes con cargas psicológicas. A lo sumo, ese mundo de capas, de primeros planos, de simultaneidad de proyecciones en sintonía con los actores en escena tomará vida -a partir de hoy- en la sala de cine de arte Leopoldo Lugones, del San Martín. Por estos únicos dos meses de función, el teatro y el cine dialogarán en esta especie de caja de Pandora llamada Yo en el futuro .

"En un sentido literal, en un momento dado conviven todos los tiempos. Te conté la obra de una manera cronológica para que sea más fácil. Pero, llegado el momento, quizá no sepas bien quién mira a quién. Si es el presente o si son los actores de ochenta años mirando a los actores que hacen de ellos cuando tenían 30 años y los que hacen de ellos cuando tenían 10 años", apunta Federico León, el coautor y director de esta nueva aventura escénica.

Hay otra forma de contar su obra. "Es como si fuera el proyecto de estos tres ancianos que decidieron filmarse a lo largo de toda su vida. Para eso, contratan a tres chicos y a tres jóvenes parecidos a ellos para que repitan partes de esos videos", dice. Cada uno de ellos actúan las historias pero también las manipulan. Por ejemplo: "dos de los ancianos se dieron un beso cuando tenían 10 años y, ahora, intentan que sus dobles repitan aquel beso. Como si fuera una suerte de transmisión para que después, cuando mueran, algo siga vivo o para que estos chicos sigan repitiendo ese beso. Es como si fuera un proyecto que incluya a todos los tiempos", sigue Federico desmenuzando la idea del tiempo en medio de un bar del Abasto detenido en el tiempo llamado Roma, ciudad que, dicen, es eterna.

Cuenta que todo sucede durante 50 minutos condensados en un acá y ahora permanente. Cincuenta minutos aunque, "¿cuánto, realmente, dura una obra? No sé... -se pregunta y se contesta-. Si puede suceder que algo de una obra te quede dando vueltas en la cabeza durante... ¿Entonces?". Se podría acotar sin rigor científico alguno: las obras pueden durar mucho tiempo en la mente de uno. Pueden ser tan eternas como Roma misma. Si todavía hoy -aquí, ahora- no se callaron los ecos de Cachetazo de campo , de 1500 metros sobre el nivel de Jack o de Estrellas , otros trabajos que llevaron la firma de Federico León.

Mientras se toma un café también dice que este nuevo proyecto es una obra abstracta. "La premisa fue no cerrar sentidos". Pero también agrega que en Yo en el futuro todo es muy concreto. "Los viejos son actores de 80 años. Los chicos tienen 10 años. La pianista del número vivo es una pianista. Y todo gira alrededor de un beso. Todas cosas muy concretas. Sin embargo, la obra tiene la lógica de una pesadilla, o de un sueño. Uno no necesita entender cada una de las asociaciones", apunta.

En construcción

Poner en orden a esta complicada máquina fue un trabajo arduo. "Nunca dibujé nada en mi vida pero esta vez necesité dibujar mucho para explicar o entender el tema de las capas. Básicamente eran rectángulos adentro de otros rectángulos adentro de otros rectángulos. ¿Se entiende?", pregunta.

En la puesta en escena de esta maquinaria teatral y cinematográfica otra de las patas complejas de definir fue la búsqueda de los actores que demandó unos cinco meses. "A partir de los tres actores jóvenes necesitamos buscar a sus dobles de ochenta años y a sus dobles de 10 años según ciertos parecidos físicos. Eso fue como aplicar a una obra de teatro un procedimiento del cine", apunta.

En todo ese tiempo pasaron casi mil personas. Hubo un casting en Morón, una escena de menos de un minuto con 80 extras filmada como si fuera un largometraje y más de un año y medio de trabajo en concreto. Hasta se ensayó con actores que sabían que no iban a quedar pero que eran necesarios para poner en funcionamiento el complejo engranaje en el cual las imágenes grabadas debían encastrar con el movimiento en vivo sobre el escenario. "No hubo improvisaciones como en el resto de mis obras -reconoce-. La regla de la obra la iba generando la misma obra. Fue todo muy diferente y angustiante a la vez".

Como fue producida por distintos festivales internacionales y por el Complejo Teatral de Buenos Aires, la obra de León ya giró por importantísimos encuentros escénicos (Aviñón, Berlín, Bruselas) a los que volverá después de los dos meses de función en la Lugones.

Entonces, capas sobre capas en un dispositivo de múltiples compuertas. Imágenes de cine al servicio de una experiencia teatral que despliega un mundo asociativo durante 50 minutos. U observar la obsesiva reconstrucción de un beso en presente continuo sentadito, quizás, en la misma butaca en donde Federico León, en su versión más joven, se tutea con Fassbinder y con Bergman. De todo esto también se trata Yo en el futuro .

Alejandro Cruz

Infinitas capas

  • Yo en el futuro. De Federico León, Marianela Portillo, Julián Tello, Jimena Anganuzzi y Esteban Lamothe. Con Anganuzzi, Elizabeth Bagnes, Oscar Mariano Grilli, Lamothe, Isabella Chiara Longhitano, Dina Minster, Portillo, Belén Abril Pulvirenti y Federico Rosenzvaig. De viernes a domingos, a las 21.30, en el Teatro San Martín.

Fuente: La Nación

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