sábado, 15 de agosto de 2009

Dos bailarinas entre la plástica y el movimiento

Ana Garat y Gabriela Prado, a partir de Degas

La bailarina de Degas: un díptico. Interpretación y puesta en escena: Ana Garat y Gabriela Prado. Música original: Alejandro González Novoa. Música en vivo: Martín Devoto. Vestuario-ambientación: Eliana Kuriss y Julieta Harca. Iluminación: Hencer Molina y Juan Ignacio Echeverría. Asistencia técnica: Rosaura García. En el Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2048. Funciones: sábados, a las 21, y domingos a las 20. Duración: 50 minutos.

Nuestra opinión: muy buena

El buen motor para dar forma al segundo programa del Ciclo de Danza del Rojas es la escultura Pequeña bailarina , concebida por el artista francés Edgard Degas en 1880.

Resulta muy atractivo que una imagen tan potente sea el móvil de este proyecto, encarado por dos bailarinas. La talla muestra a una niña dedicada a la danza -su vestuario así lo indica-, aunque pareciera que su postura y mirada la alejan algo de esa disciplina. Como si en verdad escapara por un instante del riguroso entrenamiento para observar un exterior que le posibilitará luego recomponerse y fortalecer su espíritu artístico.

Las coreógrafas y bailarinas Ana Garat y Gabriela Prado asumen el compromiso de que esa estatuilla sirva como disparador para sus nuevas creaciones y, en compañía del compositor e instrumentista Alejandro González Novoa, conciben una experiencia profunda en su investigación, en la que el espectador podrá apreciar las múltiples posibilidades en las que ese ser esculpido en bronce por Degas podrá ahora animarse.

Ambas intérpretes, a su turno, repasarán múltiples movimientos, cargarán el espacio de sensaciones, jugarán con unos vestuarios dispuestos en los laterales de la escena. Hasta que, finalmente, adoptarán una actitud contemplativa: la misma de la escultura, pero, esta vez, plagada de sentidos.

Muñequita que cobra vida

En un primer plano, las creadoras observaron la imagen de la Pequeña bailarina , le quitaron su rigidez y le dieron vida hasta aportarle una interioridad muy rica y por momentos conmovedora.

En un segundo, el músico Martín Devoto -también observador de la escena desde afuera- las guió en ese proceso con su música, las motivó y las ayudó a engrandecer o completar esos procesos interiores y sus esquemas de movimiento.

En un tercer plano, aparecerá el público que, a partir de ahora, cuando observe la estatuilla, no podrá escaparse de las múltiples imágenes que proyectaron Garat y Prado: sumamente bellas, movilizadoras, algunas veces inquietantes y siempre poéticas.

Carlos Pacheco
Fuente: La Nación

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